Zulema Constante, una joven de 22 años de Guayaquil (Ecuador), logró hace pocos días escapar de su peor pesadilla tras ser internada en una «clínica de deshomosexualización».
El pasado mes de marzo dijo a sus padres que era lesbiana,
pensando que contaría con su apoyo. Pero su familia se convirtió en su
peor enemigo. Después del rechazo familiar se escapó a vivir con su
novia. En un encuentro para comer con sus padres, fue reducida a la fuerza por varios funcionarios del centro en el que iba a ser internada.
De Guayaquil se la llevaron la a Comunidad Terapéutica Femenina Esperanza,
situada a nueve horas en coche de su ciudad, en Tena, una localidad de
la región amazónica de Ecuador. Esto pasó el 17 de mayo. Tras su
desaparición, activistas LGBT denunciaron su caso e iniciaron una fuerte
campaña en las redes sociales, hasta que finalmente logró salir el
pasado 5 de junio. Fue la propia familia la que, por la presión,
autorizó un viaje a casa, que significaría su libertad.
Una enfermedad
Zulema relató su caso en una comparecencia pública a los
medios de comunicación del país: Le dijeron que permanecería en esa
clínica de seis meses a un año, y le adoctrinaban todos los días con preceptos religiosos
para convencerla de que su orientación sexual era una enfermedad. Le
hacían leer la Biblia mientras la definían como una degeneración. Zulema
también denunció condiciones higiénicas deplorables y señaló que, por
ejemplo, la comida que le daban estaba podrida.
Le hacían leer la Biblia mientras la calificaban de degenerada
Su testimonio ha logrado se cierre esta falsa clínica, en
la que prometen terapias para «curar» el lesbianismo. En este centro
también estaban internas otras mujeres por adicciones a las drogas y al alcohol, que la Constitución ecuatoriana de 2008 no considera delito.
La clínica en la que estuvo Zulema es solo una de las alrededor de 200 que se calcula que existen
en el país. Estos centros ilegales, que esconden sus prácticas bajo el
nombre de centros de recuperación, tanto para hombres como para mujeres,
ha sido denunciada desde 2011 por varios colectivos.
«Tuvo suerte»
Silvia Buendía, abogada de Zulema y conocida activista gay
en Ecuador, apunta a que en estos lugares los abusos y las vejaciones
son constantes. Buendía hace referencia al caso de Paola Ziritt,
que estuvo recluida 24 meses en otro de estos centros, en el que sufrió
violaciones a diario. «En estas clínicas pasa de todo. Zulema tuvo
suerte, no le pegaron ni se dejo maltratar», aseguró Buendía a ABC.
Las clínicas podrían pertenecer a una «mafia de fanáticos evangélicos»
La abogada también denuncia la impunidad en que se ha
creado en torno a este fenómeno: «No conseguimos que la gente dé sus
versiones a la policía o a los medios de comunicación», apunta. Sin
embargo, el caso de Zulema ha sido diferente, porque rápidamente ha
salido a la luz y su novia fue la que presentó una denuncia en la fiscalía, con el seguimiento de la Defensoría del Pueblo.
Según las investigaciones de Buendía, las clínicas
pertenecen a una «mafia de fanáticos evangélicos» que retienen a
personas en contra de su voluntad con el consentimiento de las familias.
Desde 2011 calcula que se han cerrado alrededor de 30, pero todavía
queda mucho trabajo por hacer. «Es una cosa de terror.ENLACE A MAS INFORMACIÓN Y VIDEO:
www.abc.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario